¡Hola a todo el mundo! Hoy, día de pax y relax, vuelvo a tener un ratito para traeros mi ultimísima creación. Esta vez he dejado de lado el fieltro y la lana para pasar a una tarea algo más clásica: la costura de un disfraz.
Hace cerca de un par de meses se nos ocurrió hacer una fiesta de disfraces como celebración de mi cumpleaños (27 de noviembre) y el de mi coleguilla Xavi, que también hacía años por esas fechas. Barajamos varias posibilidades y al final decidimos hacer una fiesta temática de cine. Mi idea inicial era disfrazarme de
Mia, de Pulp Fiction (lo tenía todo, la camisa blanca, el pelo moreno cortado en melenita, los pantalones ceñidos, etc.), pero casualidades de la vida, otra amiga decidió, paralelamente, ir del mismo personaje. Después de hablarlo un poco, le cedí el disfraz y me planteé un reto: hacerme yo misma un disfraz de
Princesa Leia.
El primer problema que me encontré era cómo demonios hacer un disfraz que quedara creíble si nunca antes había hecho nada parecido y no tenía (ni tengo) ni idea de hacer patrones. Buscando un poco por Internet encontré la
página web de Pam y Scott, un par de frikazos que se dedican a hacer disfraces suuuuper currados, en la que estaba el patrón del vestido de Leia. Así que fui a una tienda de retales que hay cerca de casa, compré 4 metros de tela blanca y me puse manos a la obra. Si lo hubiera pensado en su momento, habría hecho unas cuantas fotos del proceso para colgarlas en el blog, pero con tanto trajín la verdad es que se me pasó... sorry.
El siguiente problema que me encontré era que mientras yo mido 1 metro y 60 y pocos centímetros y soy más bien enjuta, seguro que Pam es una señora mujer hecha y derecha, así que me sobraba tela por todos los lados. La solución fue simple: recortar un par de dedos de tela de cada lado y volver a coser... a estas alturas ya me empezaban a doler los dedos... y las neuronas.
El penúltimo problema vino con el tipo de tela: el disfraz había quedado muy mono, pero la tela era tan rígida que en lugar de parecer una princesa parecía un
monje cartujo. Idea genial de Sara: lavar con tres tapones de suavizante el disfraz. Y la verdad es que funcionó, porque la tela se quedó exactamente con la caída que tenía que tener, pero a cambio vino el último problema: las orillas que no había cosido con doble pliegue se me deshicieron. Estaba ya tan cansada de coser que decidí dejarlo tal cual, aunque recortando los hilos que habían quedado sueltos... al fin y al cabo, no era más que un disfraz y tampoco se notaba tanto.
Para acabarlo de rematar, decidí aplicarle unos toques de reciclaje: en primer lugar, al cinturón de tela blanca le añadí cinco blísteres plateados de medicamentos caducados que le dieron un toque espacial muy acertado, y en segundo lugar cogí un par de sujetadores que me venían pequeños, recorté los enganches y se los puse uno al cinturón y otro al cuello del vestido, consiguiendo así cierres discretos, cómodos y rápidos de abrochar.
Y este es el resultado de día y medio de trabajo intenso:
Efectivamente, ese pelo no es mi pelo, es una peluca, y la pistola es cutre de morirse, pero con dos euros y algo no se puede hacer mucho más.
Y en resumidas cuentas, nos lo pasamos muy bien en la fiesta, que al fin y al cabo era de lo que se trataba, y yo experimenté con el mundo de la tela. Y como conclusión final de todo esto, simplemente decir que no me vendría nada mal una máquina de coser si todo esto tira hacia delante.