viernes, 14 de junio de 2013

¡Trico-trico-tra!

El pasado invierno me pasó lo mismo que me pasa siempre: cuando voy a comprar ropa no encuentro nada que me guste. Y mira que era sencillo, porque yo sólo quería un suéter de punto calentito para esos días tan fríos y húmedos. Lo cierto es que había jerséis de punto, pero o tenían tachuelas (estarán muy de moda, pero a mí me parecen, por lo general, horribles) o eran de colores más tristes que una panda de emo's*. Solución: DIY, abreviatura del inglés do it yourself, que en castenallo plano significa que te espabiles y te lo hagas con tus manitas.

El problema era el de siempre, la técnica. Yo en punto había hecho alguna bufanda que otra (si no cuento mal, tres), pero nada más, y entendía que un suéter implicaría una dificultad extra (aumentar y disminuir puntos, montar y cerrar de forma no chapucera, etc.). Como la red está llena de información, pero rato largo desordenada, preferí hacer algún curso donde me enseñaran paso a paso todo lo necesario. Y... ¡bingo! Durante el mes de febrero, que fue en el que empecé a montar todo este tinglao, en Ifil había una serie de cuatro cursos encaminados a crear tus propios suéteres, vestidos, etc.

Una vez resuelto el problema de la técnica, sólo quedaba practicar. Como empezar directamente con un suéter de tamaño adulto me pareció un poco duro, pensé que mucho mejor era tomar como excusa una de las criaturas que están a punto de nacer a mi alrededor (cuando alrededor tiene unos cuantos muchos kilómetros de distancia), la futura hija de Eva.

Primer hándicap: dónde encontrar un patrón decente. En los cursos de Ifil nos recomendaron que nos inscribiésemos en la gran red social de frikis de la lana Ravelry, donde encontré un patrón gratuito de un vestido monísimo.

Segundo hándicap: las agujas. El vestido en cuestión no tenía costuras, para lo cual era necesario tejer con lanas circulares. Me acabé comprando un pack de agujas de diferentes grosores y longitudes intercambiables. Nunca antes había probado las agujas circulares, y ahora ya no seria capaz de volver a las rectas. Comodidad, versatilidad... ¿qué más se puede pedir?


Tercer hádicap: la lana a elegir (colores, tipos, etc). Como era la primera pieza complicada que tejía, preferí ceñirme al patrón en cuanto a grosor de la lana y, por lo tanto de las agujas (3 mm). A lo que no me ceñí en absoluto era al color: en el patrón aparecía una fotografía del vestido en fucsia. Como lo de que el rosa es para niñas y el azul para niños lo aborrezco a muerte, me decidí por un vestido bicolor: una parte la haría con verde oliva y la parte principal con verde lima (no es que sea de las mujeres que saben diferenciar 50 millones de verdes, simplemente es lo que ponía en la etiqueta de la lana). En cuanto al tipo de lana, la elegida fue la alpaca.



Después de la prueba de tensión, de empezar el vestido y de deshacer más de dos y más de tres veces alguna parte, esto es lo que salió:



Después de tanto ganchillo, ya empezaba a ser hora de dedicarme al punto, ¿no?

Os dejo con la canción que da nombre a este post, jejeje ¡Que tengáis un buen fin de semana de calor hasta en la sombra!


* N. del A. Me ha hecho mucha mucha risa que el editor de texto me haya detectado emo's como error de vocabulario y lo haya querido cambiar por memos.